René Vergara es sin lugar a dudas uno de los mejores detectives de la historia de Chile, el pretérito Subprefecto, creador y primer jefe operativo de la Brigada de Homicidios Metropolitana, fue quizás el primer policía científico del país. Sin embargo, no sólo ese aspecto de su vida constituye ya un gran mérito, sino que por el contrario, existen una serie de facetas de su biografía que son totalmente sorprendentes para la época de su desarrollo policial. En la década de los 60’ fue uno de los principales exponentes de la literatura policial en Chile, estudió periodismo, leyes y cursó un semestre en la policía metropolitana de Londres, más conocida como Scotland Yard, de la mano del médico criminalista Luis Sandoval Smart consolidó el método científico en la investigación del delito de homicidio en nuestro país, asesoró investigaciones criminales en contra de políticos latinoamericanos y con todo, no desperdició un día de su vida en su más grande anhelo: descubrir y entender el origen del fenómeno delictual.
En esa búsqueda, René Vergara llegó a Quillota, capital de la Provincia del mismo nombre, en la V Región de Valparaíso, zona central de Chile. En su libro “Taxi para el insomnio” el año 1971, el detective describe uno de los casos más espeluznantes de su carrera: “El decapitado de Quillota”.
En este relato verídico, en forma de cuento, el autor divaga sobre la idiosincrasia de una ciudad tranquila, señalando que “… Quillota es un pueblo de viejos apacibles, de aquellos que anclaron en el menor esfuerzo para hacer más largo el existir y de los que buscan un lugar tranquilo para desventurarse (sic) y, niños sanos…//. De ahí la sorpresa de este sagaz policía al encontrar en dicho “pueblo” uno de los más horrendos crímenes que investigó en su carrera.
La parte central del relato inicia con un texto escalofriante: “Quillota vegetal, es naturalmente, antípoda al crimen. Sin embargo… Una cabeza de un hombre mal cortado, tumefacta, húmeda, con el ojo derecho cerrado y el párpado roto, rojinegra, ubicada sobre césped también húmedo, salpicado de rubíes en el medio de un manchón de claveles blancos del antejardín de la casa del dentista Maldonado, tenía paralizado el escaso tránsito de vehículos la mañana del segundo domingo de marzo de 1948 en calle Merced…”. ¿Quién era la víctima?, ¿quién lo asesinó?, ¿cómo?, ¿por qué? y ¿cuándo?, fueron algunas, de las muchas preguntas que el equipo investigador de la Brigada de Homicidios Metropolitana tuvo que intentar resolver.
En la pesquisa don René Vergara comenta al lector: “Todo oficio es acumulación de experiencias, hombres tratando de usar los mejores conocimientos para abreviar faenas. En policía criminal siempre hay urgencia mayor, porque se teme a la reincidencia. Un criminal suelto es peligro cierto. La lentitud con que se trabajan los sitios del suceso es engañosa: no pasa de ser toma de conciencia profesional y elección del camino a seguir”. Fue así, como luego de analizar el sitio del suceso, determinaron que la víctima de aquel macabro crimen era Luis Alberto Ogaz, jardinero de aquella casa, ya convertida en una lóbrega escena del crimen. Las indagaciones de los detectives fueron incesantes, de un modo lógico y totalmente objetivo fueron uniendo cabos, construyendo hipótesis y experimentado con la evidencia encontrada. Necesitaban rápidamente justificar su presencia en Quillota, habían sido requeridos como expertos y debían dar fe de aquello.
Y no decepcionaron, ni a la pequeña ciudad provinciana ni a sus superiores capitalinos, toda vez que luego de un breve periodo, lograron establecer que los gustos homosexuales del jardinero y su estadía solitaria en la casa de sus patrones, fueron tan sólo el inicio de una tétrica historia.
Luis Alberto Ogaz, aprovechando que el domicilio donde trabajaba se encontraba sin sus habituales moradores, salió a recorrer el centro de la comuna en busca de compañía sentimental, fue así que estableció una fugaz relación de amistad con un joven de apenas 22 años que deambulaba por el sector. Lo invitó a comer, bebieron y luego lo atrajo al inmueble de calle Merced. Una vez en el lugar, intentó seducir al joven muchacho, quien acorralado le confesó que sólo quería algo de dinero y comida, sin tener ninguna intención amorosa, pero el jardinero no conforme con aquella protesta, ya un tanto desesperada, lo amenazó sutilmente con sus conocimientos de artes marciales y luego lo tomó a la fuerza y ya entre sus brazos le dijo que quería “hacerlo su novia”, no obstante, fue en ese preciso instante que el lascivo sujeto cayó al piso iniciándose un mortal forcejeo entre ambos, culminando al momento que el muchacho logró asir una botella de vino, para a continuación golpear en la cabeza a su agresor.
El relato continúa y las palabras del policía alcanzan su tono más crudo, al señalar que luego de aquella pelea: “… lo golpeó en la cabeza. Con un cortaplumas lo hirió en el pecho, subió la mano al cuello y empezó a herir y cortar. Cambió el cortaplumas por un cuchillo de cocina y siguió empecinado en su tarea de improvisado carnicero enloquecido: lloraba y transpiraba, se ahogaba entre vómitos y nervios desatados. Hizo rodar, una y otra vez, la masa de sangre y carne y siguió cortando con frenesí: no quería verle la cara y lo puso boca abajo, hasta que por fin logró separar la cabeza del tronco...//.
Aquel muchacho - señala Vergara - no volvería a ir solo por ningún camino, ni siquiera rumbo al sueño ni en el sueño. Acostaría su tensión, la fatiga, el miedo, el horror… y hasta los recuerdos, pero siempre le sobraría una cabeza…
René Vergara
Tremendo policía don René Vergara Vergara, un verdadero orgullo para la gloriosa BH y la PDI., formó parte de la primera dotación de la unidad y fue su primer subjefe o jefe operativo. Sindicado como el equivalente de Agatha Cristhie de la lengua española.
ResponderEliminarMucho orgullo saber que por el lugar donde trabajamos a diario, existió, creó y trabajó unos de los mas grandes en todo Chile y Latinoamérica.
ResponderEliminarExcelente blog!